Hambre cero

Este proyecto contribuye a alcanzar el ODS y Meta:
2.3  Para 2030, duplicar la productividad agrícola y los ingresos de los productores de alimentos en pequeña escala, en particular las mujeres, los pueblos indígenas, los agricultores familiares, los pastores y los pescadores, entre otras cosas mediante un acceso seguro y equitativo a las tierras, a otros recursos de producción e insumos, conocimientos, servicios financieros, mercados y oportunidades para la generación de valor añadido y empleos no agrícolas.

PROGRAMA DE DESARROLLO AGRÍCOLA: PROMOCIÓN DE LA AGRICULTURA A PEQUEÑA ESCALA
Desarrollo agrícola en Nicaragua

La agricultura empresarial a pequeña escala es una realidad económica y social en Nicaragua. Necesita apoyo para consolidarse y convertirse en un mecanismo efectivo que contribuya al desarrollo rural.

Promocionar a los pequeños productores de los departamentos de Nueva Segovia y Estelí, Nicaragua, es una de las prioridades estratégicas de nuestro Programa de Desarrollo. Los principales problemas que presentan los productores rurales son:

  •    Prácticas agrícolas de baja productividad y sostenibilidad ambiental.
  •    Dificultades de acceso a mercados locales, nacionales e internacionales.
  •    Alta concentración de tierras e inseguridad en su acceso y tenencia.
  •    Insuficiente acceso y disponibilidad de alimentos.
  •    Invisibilización del trabajo femenino.

Para contribuir a mejorar la generación de ingresos y la seguridad alimentaría de la población rural, con el consiguiente impacto en su calidad de vida y oportunidades de futuro, la estrategia de actuación se basa en:

  • Fortalecimiento de la cadena de valor del producto para su distribución en el mercado formal.
  • Fortalecimiento de capacidades y proceso asociativo de los beneficiarios/as a través de un programa de capacitación técnica.
  • Dotación de equipamiento e insumos.
  • Fomentar la conservación y protección del medio ambiente.
  • Impulsar la participación de las mujeres.

Resultados del Proyecto

– 106 microcréditos a pequeños productores rurales: 35 a mujeres representando el 33% del total y 71 a hombres con un porcentaje del 67%.

– Se cultivaron: tomate, repollo, chiltoma, granos básicos, cebolla, frijol y papa.

– Capacitaciones sobre control de plagas y uso de plaguicidas; inocuidad alimentaria y prácticas higiénico sanitarias; equidad de género; alfabetización ligada a la actividad económica; buenas técnicas agrícolas y mercadeo.

En total 65 talleres impartidos.

En estos talleres, los productores y productoras pudieron enriquecer sus conocimientos básicos sobre agricultura y combinarlos con las buenas prácticas agrícolas. Se dio espacio a los participantes para aclarar dudas sobre aplicación de productos agroquímicos a sus cultivos, así como para compartir experiencias del proceso de producción y las dificultades o logros que se presentaron.

Los y las participantes manifestaron su interés en explorar mecanismos de comercialización colectiva a fin de establecer canales con mayoristas que les permitan obviar la intermediación de comerciantes minoristas y obtener más seguridad y mayores ingresos por la venta de sus productos. También adquirieron conocimientos sobre prácticas que preservan la calidad de los alimentos para prevenir la contaminación y las enfermedades transmitidas por el consumo de alimentos. De esta manera los y las productoras se dieron cuenta de como pueden aportar alimentos sanos al mercado desde el inicio del proceso de producción.

También se trabajó la equidad de género. Lamentablemente, en Nicaragua existe aún una visión social de subvaloración y marginalización del trabajo de las mujeres, cuya participación en las actividades agrícolas suele ser del 50%. Sin embargo dicha participación se considera secundaria y complementaria a la masculina, invisibilizándose el valor económico de dicha actividad y limitando las posibilidades de las mujeres rurales de acceder a la propiedad de la tierra y al crédito, y de representar el interés general de un colectivo.

Con los talleres realizados hemos iniciado un camino de empoderamiento social y económico de las beneficiarias, contribuyendo al cambio de los estereotipos de la sociedad, potenciando la valoración del trabajo que desarrollan las mujeres en el ámbito rural, y mejorado las oportunidades de las mujeres para generar ingresos y aumentar su nivel de independencia.

Por último, la tecnología transmitida favorece la conservación del medio ambiente y un mejor manejo de los suelos. Se promovió la siembra en curvas a nivel, reduciendo la quema de parcelas como método de limpieza, y la utilización de productos amigables con el medio ambiente para proteger la cosecha de las plagas. Esto potencia a medio y largo plazo una mejora de la producción y su sostenimiento en el tiempo.

En 2016 seguiremos trabajando en esta línea con el fin de mejorar las condiciones socioeconómicas de la población rural, la más vulnerable y desatendida, y que puedan por ellos mismos satisfacer sus necesidades básicas.

En este proyecto hemos iniciado el camino de empoderamiento de la mujer del entorno rural mejorando sus oportunidades para generar ingresos y contribuyendo así a su autonomía.

REVISTA 35 – ENERO 2016